¡Una chispa de luz entre tanta oscuridad! Tras más de 12 horas de apagón total, algunas zonas de La Habana comienzan a recuperar parcialmente el servicio eléctrico, según informaron medios oficialistas y el Ministerio de Energía y Minas.
La reconexión inicial alcanzó tres subestaciones de transmisión, beneficiando a 23 circuitos de distribución, principalmente en Guanabacoa, Arroyo Naranjo y Boyeros. Mientras tanto, el resto de la ciudad —y del país— permanece en penumbra, sin información clara sobre cuándo volverá la electricidad de manera estable.
El apagón comenzó con la caída de la central termoeléctrica "Antonio Guiteras", la mayor de Cuba, y dejó en evidencia, una vez más, la fragilidad del Sistema Eléctrico Nacional (SEN). La crisis no es nueva, pero cada nuevo colapso aumenta la frustración y el escepticismo ciudadano. La falta de transparencia del gobierno solo agrava la desconfianza.
El Ministerio de Energía y Minas anunció que “comienza el proceso de restablecimiento”, pidiendo calma a la población y promoviendo canales oficiales como Telegram, WhatsApp y la línea 18888. Sin embargo, muchos ciudadanos no tienen acceso a datos móviles, menos aún durante un apagón, lo que vuelve inefectiva esa estrategia.
Mientras miles de familias hacen malabares para conservar alimentos, cuidar a enfermos o mantener la higiene básica sin luz, el Ministerio de Turismo emitió un mensaje para asegurar a los turistas extranjeros que los hoteles cuentan con plantas eléctricas y operan con normalidad.
“¿Y nosotros qué?”, se preguntan muchos en redes. La indignación aumenta al ver cómo el gobierno protege la imagen turística del país, mientras el cubano de a pie sigue a oscuras y sin certezas.
Las autoridades también hablaron de la creación de “microsistemas energéticos” para abastecer “objetivos vitales”, aunque no queda claro qué zonas serán beneficiadas, ni por cuánto tiempo. El primer ministro Manuel Marrero dijo tener una “estrategia definida” para enfrentar estos eventos, pero no una solución para prevenirlos.
En los barrios habaneros, los apagones han pasado de ser esporádicos a convertirse en una rutina diaria, afectando el transporte, la salud, la educación y la vida familiar. La gente se organiza como puede: velas, baterías, ollas de carbón y mucha resignación.
La promesa de restablecimiento “paulatino” no calma a una ciudadanía agotada por años de colapsos energéticos, parches improvisados y una infraestructura que, según reconocen los propios funcionarios, tiene más de 40 años sin renovarse.
La pregunta que muchos se hacen no es cuándo volverá la luz, sino cuánto durará antes del próximo apagón. Y la respuesta, por ahora, sigue siendo tan oscura como las calles de Cuba durante estas largas noches sin electricidad.
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