La guerra en Ucrania continúa escalando a niveles impredecibles, marcada por la firme determinación de Vladímir Putin de no ceder ni abandonar la ofensiva. A pesar de las sanciones internacionales, el aislamiento diplomático y las consecuencias económicas, el líder del Kremlin mantiene su apuesta por una victoria total, convencido de que la fatiga occidental le dará ventaja en el terreno militar.
Esta persistencia —que algunos en la OTAN ya califican como "una cruzada personal"— ha sido recientemente reafirmada con una ofensiva masiva de drones que sacudió las regiones fronterizas ucranianas en la madrugada del 3 de julio.
"Putin cree que puede ganar con todas sus fuerzas", advirtió una fuente de la OTAN citada por Newsweek, alertando sobre un verano especialmente tenso en el frente del este europeo.
Esa advertencia tomó forma concreta cuando Moscú lanzó 114 drones sobre el norte, este y sur de Ucrania, incluidos ataques específicos sobre la región portuaria de Izmail, cerca de Rumanía. Aunque la fuerza aérea ucraniana logró interceptar 40 de estos aparatos y desviar otros 39, la ofensiva volvió a poner en alerta a los países vecinos, particularmente a Bucarest.
En una respuesta inmediata, el Ministerio de Defensa rumano activó dos cazas F-16 desde su capital, advirtiendo que los ataques rusos con drones iraníes Shahed habían vuelto a impactar peligrosamente cerca de su frontera. Rumanía condenó "firmemente" estas acciones y mostró, por primera vez en meses, una disposición militar activa para proteger su espacio aéreo y el de sus aliados.
"La implicación de Rumanía muestra un cambio estratégico en el equilibrio de la región: Bucarest ya no se limita a observar, sino que se posiciona como actor defensivo clave frente a Moscú."
Esta reacción fue acompañada por medidas similares de Polonia, que también desplegó parte de su aviación militar, aunque sin que se detectaran incursiones en su espacio aéreo.
El momento geopolítico es crítico. La decisión de Putin de mantener la maquinaria bélica en funcionamiento a toda costa —incluso si eso implica un desgaste prolongado— coincide con una Europa que empieza a movilizarse no solo diplomáticamente, sino también en términos defensivos.
La respuesta de Rumanía podría marcar un punto de inflexión: ya no se trata solo de Ucrania, sino de cómo Europa del Este se prepara para lo que muchos analistas describen como un conflicto de larga duración con implicaciones globales.
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