Como hemos venido manifestando en artículos anteriores, cada semana el gobierno cubano recurre a algún evento político o simbólico para intentar distraer la atención de la profunda crisis interna que atraviesa el país. Esta vez no es la excepción.
Este viernes tendrá lugar una nueva marcha en la llamada Tribuna José Martí, en “solidaridad con Venezuela”, una actividad que el régimen promociona como muestra de apoyo a su principal aliado político en la región.
Sin embargo, el trasfondo es evidente. Cuba enfrenta una de las crisis más severas de su historia contemporánea, con un colapso energético que mantiene a amplias zonas del país en apagones de más de 12 horas, un déficit crítico de agua potable que afecta incluso a barrios céntricos de La Habana, y una crisis sanitaria sin precedentes marcada por la falta de medicamentos, la precariedad hospitalaria y la pérdida de miles de profesionales de la salud.
A pesar de ese escenario, el aparato propagandístico del Estado continúa apostando por actos multitudinarios y discursos antiimperialistas, intentando generar cohesión política y desviar el foco de los problemas que más golpean a la población: la alimentación, la electricidad, el transporte y la salud pública.
Analistas coinciden en que estas convocatorias funcionan como distracciones temporales, una válvula de escape política ante el creciente descontento social. Pero el efecto parece cada vez menor. Las redes sociales se llenan de mensajes de frustración e ironía, en los que muchos cubanos se preguntan qué sentido tiene marchar “por Venezuela” cuando la realidad nacional se hunde entre apagones, sed y escasez.
Como ya hemos venido advirtiendo, la estrategia del espectáculo político se desgasta, mientras la crisis cubana se profundiza y la sociedad, cada vez más consciente, reclama soluciones reales y no consignas.