Santiago de Cuba está herida. Las calles son ríos, los techos ya no existen y el fango se ha convertido en la frontera entre la vida y la resignación. Durante días, los noticieros mostraron imágenes de carros anfibios, helicópteros y soldados “listos para cualquier contingencia”. Pero cuando el huracán Melissa golpeó de verdad, lo único que flotó fue la mentira.
En Altamira, en El Caney, en Songo, la gente se salvó sola. Los vecinos improvisaron sogas para rescatar a los atrapados, los jóvenes sacaron ancianos de casas derrumbadas, las madres cubrieron a sus hijos con lo poco que quedaba seco. Mientras tanto, el régimen transmitía desfiles de uniformes y consignas vacías. “La Revolución no deja a nadie atrás”, decían, mientras miles quedaban literalmente bajo el agua.
Los carros anfibios nunca aparecieron. Los helicópteros tampoco. La única maquinaria que funcionó fue la de la propaganda, afinada y poderosa, capaz de ocultar el desastre real tras un discurso heroico. En lugar de rescate, hubo silencio; en lugar de ayuda, promesas; en lugar de humanidad, control.
El oriente cubano no necesita cámaras ni titulares oficiales. Necesita manos, luz, agua, comida y verdad. Pero el poder prefiere inundar los medios con triunfalismo antes que admitir su fracaso. Es más fácil culpar al clima que asumir la desidia, más cómodo hablar de resistencia que explicar por qué los refugios no existían, por qué no llegaron los suministros, por qué los caminos siguen cortados y las familias continúan incomunicadas.
La mentira también se inunda. Y cuando el agua sube, ya no hay propaganda que tape el olor del abandono. La gente empieza a entender que los héroes no visten uniforme, sino que viven en los barrios y se llaman entre sí cuando todo se derrumba.
Hoy, en Santiago, en Holguín, en Guantánamo, hay un país que resiste sin ayuda, que entierra sus miedos y levanta con las manos lo que el viento destruyó. Y en cada esquina se repite la misma pregunta que el gobierno no puede responder:
¿Dónde están los carros anfibios que tanto prometieron?
Porque cuando la patria se inunda, la mentira también flota. Pero el pueblo —ese que no sale en la televisión— sigue hundido, esperando una verdad que no llega.
Del perfil de Yosmany Mayeta
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