Mientras miles de cubanos pasan horas sin electricidad y días sin agua, el gobierno convoca a una recogida de firmas en apoyo a Venezuela. Una puesta en escena en el Memorial José Martí, con la sombra de un supuesto enemigo externo, intenta desviar la atención del verdadero drama: la peor crisis energética y de servicios básicos en la historia reciente del país.
El gobierno cubano parece haber activado nuevamente una de sus estrategias más recurrentes en casi siete décadas de permanencia en el poder: la distracción. Cada vez que la crisis interna se agudiza, surge una maniobra mediática que desvía la atención hacia un enemigo externo, un gesto “solidario” o una campaña masiva de carácter político que obliga a la población a participar de forma casi automática.
Este miércoles, el escenario escogido fue el Memorial José Martí, con la presencia de Miguel Díaz-Canel, para lanzar una declaración bajo el título “Urge impedir una agresión militar contra la República Bolivariana de Venezuela”. A partir de ahí, se convoca al pueblo cubano a desarrollar hasta el día 30 un proceso de recolección de firmas en apoyo a Venezuela, supuestamente frente a las maniobras de tropas estadounidenses en el Caribe.
El recurso es conocido: apelar al internacionalismo, despertar la vieja narrativa de plaza sitiada, movilizar a las masas en una causa ajena, mientras los problemas reales que enfrenta el país se diluyen en consignas. Y es que, mientras se convoca a firmar por Venezuela, Cuba vive lo que muchos consideran la peor crisis energética de su historia, con apagones que paralizan ciudades enteras y afectan todos los sectores de la vida diaria. A ello se suma la escasez de agua, con provincias enteras —incluida La Habana— donde gran parte de la población pasa días sin el suministro más básico.
La semana pasada, el turno de la distracción fue el concierto de Silvio Rodríguez, convertido en un bálsamo mediático que intentó suavizar el descontento popular. Ahora, la apuesta es por una declaración “internacionalista”, otro capítulo de un guion repetido: fabricar causas externas para tapar el caos interno.
Lo grave es que el ciudadano común lo sabe. La gente percibe que estas iniciativas no resuelven ni la falta de corriente, ni la falta de agua, ni el hambre, ni el colapso de los servicios. Y esa distancia entre la propaganda oficial y la realidad cotidiana alimenta un sentimiento cada vez más extendido: la desconfianza hacia un gobierno que parece más preocupado por sostener narrativas que por ofrecer soluciones.
En definitiva, se trata de una distracción de manual, otra cortina de humo que busca ganar tiempo, mientras el país se hunde en carencias estructurales que no pueden ocultarse con firmas ni con conciertos.