En el municipio de Manzanillo, provincia de Granma, miembros de la Policía Nacional detuvieron a un joven que portaba papelillos de marihuana y la sustancia conocida como “el químico”.
La detención, realizada en plena vía pública, fue presenciada por varios vecinos.
La denuncia inicial sobre el hecho fue realizada por Aytana Alama a través de su perfil de Facebook, donde detalló que la droga fue encontrada en el bolsillo del pantalón del detenido.
El caso generó comentarios entre los residentes del área, quienes resaltaron la importancia de prevenir este tipo de situaciones antes de que se conviertan en un problema mayor.
El “químico” es un cannabinoide sintético que, por su bajo costo y efectos intensos, ha ganado presencia en los últimos años entre consumidores jóvenes.
Especialistas en salud advierten que su uso frecuente puede provocar daños severos al sistema nervioso, episodios de agresividad, pérdida de conciencia y, en algunos casos, consecuencias irreversibles para la salud mental.
En Cuba, el consumo de drogas ilícitas se ha convertido en una preocupación creciente.
Informes recientes señalan que la edad de inicio en el consumo se ha reducido, y que en varios casos se ha detectado la presencia de estudiantes de secundaria y preuniversitario involucrados tanto en el consumo como en la distribución de estas sustancias.
Este cannabinoide sintético que destruye la salud física y mental en pocas semanas se ha convertido en la droga más extendida entre adolescentes y jóvenes de barrios empobrecidos.
Su bajo precio y la facilidad con la que circula, incluso en entornos escolares, son la consecuencia de un Estado incapaz de controlar el mercado ilegal ni de garantizar programas efectivos de prevención.
Lejos de invertir en espacios culturales, recreativos y educativos que sirvan como alternativa, el gobierno prioriza recursos en propaganda y megaproyectos turísticos, dejando a la juventud en un terreno fértil para la marginalidad y el consumo de drogas.
Las estadísticas oficiales, aunque maquilladas, hablan por sí solas: cada vez más menores de edad son sorprendidos no solo consumiendo, sino también vendiendo drogas.
El propio Ministerio de Salud Pública ha reconocido que el inicio en el consumo puede darse desde los 13 años, un fenómeno que se agrava en comunidades con alto desempleo y viviendas en estado deplorable.
Mientras tanto, la represión política consume gran parte de los recursos del Ministerio del Interior, que despliega más agentes para vigilar y detener opositores pacíficos que para desmantelar redes de distribución de drogas.
El resultado: barrios enteros donde el “químico” y otras sustancias circulan a la vista de todos, sin que exista una estrategia integral para erradicarlos.
El caso de Manzanillo no es un hecho aislado: es la evidencia de que se ha abandonado a la juventud, que sobrevive entre el desencanto, la falta de futuro y el veneno de unas drogas que el propio sistema es incapaz o no quiere detener.
La investigación sobre el hecho continúa, y las autoridades no han ofrecido más detalles sobre la identidad del detenido ni sobre el destino final de las sustancias ocupadas.
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