La crisis del agua en La Habana no es un problema menor ni pasajero. Tal como relata Jarocha Vega, programadora de Radio Progreso, en un edificio multifamiliar del Vedado, 20 familias —con niños, ancianos y personas enfermas— llevan 17 días esperando por una respuesta oficial que nunca llega.
La falta de agua potable, explica, no es solo una incomodidad: "Sin agua, es imposible subsistir más de cinco días", y esta carencia afecta la vida diaria, la higiene, la salud y la dignidad de quienes permanecen en la Isla.
Vega detalla que la crisis tiene varias causas: la escasez de lluvias, las roturas en los motores de bombeo por la situación energética, la falta de piezas de repuesto y los salideros que dificultan el abastecimiento.
Sin embargo, lo más difícil de comprender es pagar por un servicio que a menudo es inexistente. “No puedo entender que como cliente de Aguas de La Habana no reciba atención, protección ni una respuesta clara”, afirma. Esta desconexión entre las entidades responsables y la población genera un sentimiento de abandono y frustración que se repite diariamente.
El testimonio también refleja la burocracia y la descoordinación institucional: aunque las entidades subordinadas al Estado participan de las mismas reuniones, a veces no logran sincronizar sus acciones, interrumpiendo el bombeo de agua en horarios críticos.
Las quejas dirigidas a las autoridades, tanto por la delegada de circunscripción como de manera personal, parecen quedar en el vacío: “Difícil comprender que aún poniendo en conocimiento de todas las personas competentes no se haya personado un inspector o un funcionario a explicar algo”.
La indignación de Vega se extiende a la censura en redes sociales, que en ocasiones prioriza controlar publicaciones antes que atender necesidades urgentes. Como ciudadana, recuerda que tiene derecho constitucional a dirigir quejas a cualquier funcionario, incluido el Presidente, y que las redes son un espacio legítimo para hacerlo.
A pesar de sus esfuerzos y de la atención brindada en el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, sus llamadas a números corporativos de funcionarios no recibieron respuesta, demostrando la falta de eficacia en la atención al ciudadano.
Un alivio momentáneo llegó tras una lluvia reciente: una pipa con 4 000 litros de agua llegó a un edificio con cisterna de 11 000 litros. Para Vega, fue apenas “una curita en medio de una herida profunda y sangrante”, una acción insuficiente frente a la gravedad del problema.
El mensaje final de Jarocha Vega es claro: la falta de agua no es un lujo ni un capricho, sino un derecho humano esencial. Señala la importancia de la empatía, la sensibilidad y la coherencia entre palabra y acción de los dirigentes, recordando que la solución al agua estaba prevista en los seis puntos del Programa del Moncada. Concluye evocando el legado de Fidel: “Revolución es igualdad y libertad plenas; es ser tratados y tratar a los demás como seres humanos”.
A los que viven de espaldas al pueblo y sus necesidades, un consejo: no se desgasten en discursos, no gasten tanto en pancartas y carteles...basta con ser coherente, traten siempre que vayan de la mano la palabra y la acción.
PD: Parafraseando a Maceo ¡"Mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos "!
Se lucha por ellos, o nos resignamos a no tenerlos nunca. Al que le duele le duele. Tenía que soltar este malestar.
Jarocha Vega, programadora de Radio Progreso.
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