La creciente ola de criminalidad que vive Cuba volvió a quedar en evidencia con la reciente detención de dos hombres en Holguín, acusados de asaltar a un ciudadano en plena vía pública y robarle una mochila con 80 mil pesos.
Los implicados, identificados como Pablo Torres y Yoandri Fuentes, ejecutaron el asalto en la calle Granma, una de las más transitadas de la ciudad. Armados con un cuchillo, interceptaron a la víctima y lo golpearon en repetidas ocasiones antes de huir con el botín. Aunque las lesiones físicas del afectado fueron leves, el impacto psicológico y la violencia del acto dejaron claro que la inseguridad en las calles cubanas es un problema cada vez más grave.
Este caso no es aislado. En los últimos meses, las denuncias ciudadanas en redes sociales y medios independientes han revelado un incremento sostenido de robos violentos, asaltos a mano armada y delitos relacionados con el narcotráfico en diferentes provincias de la isla. La crisis económica, la escasez de alimentos y productos básicos, y el deterioro del poder adquisitivo han creado un caldo de cultivo para que la delincuencia se expanda.
A ello se suma un fenómeno que las autoridades intentan minimizar: el tráfico y consumo de drogas. Recientes operativos en el Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana han evidenciado la introducción de cocaína al país mediante métodos cada vez más sofisticados, como su ocultamiento en latas de atún, compartimientos ocultos en maletas o figuras religiosas. Aunque el Gobierno sostiene que Cuba mantiene cifras bajas de consumo en comparación con otros países de la región, la frecuencia de decomisos y arrestos indica que las redes de narcotráfico ven en la isla un punto de interés.
Expertos señalan que el aumento de la criminalidad en Cuba no puede analizarse solo desde la perspectiva policial. Factores como el desempleo, los salarios insuficientes, la falta de oportunidades y el debilitamiento del tejido social alimentan la violencia. La percepción de impunidad y la ineficacia de las instituciones judiciales también contribuyen a que algunos delincuentes actúen sin temor a las consecuencias.
En barrios y comunidades, el miedo a salir de noche es cada vez más común. Vecinos se organizan de manera informal para vigilar las calles, mientras en redes sociales se multiplican las advertencias sobre zonas peligrosas y modalidades de robo.
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